«La amistad con los pobres nos hace amigos del Rey eterno» (Carta I,572-577)
Amigos de los pobres nos quiere san Ignacio. No benefactores desde arriba, sino amigos; no dispensadores de monedas o de bienes materiales, sino amigos. El amigo comparte con el amigo su vida, su persona, su tiempo, su alegría y su dolor. Y a la vez sabe escuchar, aconsejar, animar, sentir con el otro. Llegar a ser amigos de los pobres es el gran ejemplo del Rey eterno quien, de inmortal y eterno vino a ser mortal y temporal. Y de este modo se hizo amigo de los hombres, cercano, compasivo, compartiendo con nosotros nuestra pobreza, fragilidad e impotencia, e incluso asumiendo nuestras tinieblas y nuestra muerte. Hacerse amigo de los pobres es, pues, hacerse amigo de Jesús, seguir sus huellas, hacer como él hace. «Vete y haz tú lo mismo» (Lc 10,37), como dice el Señor a propósito de la parábola del buen samaritano.