Una de las actividades de la Fundación Maior, apostolado en España de los Siervos de Jesús, es la publicación de libros. En algunos boletines anteriores hemos dado a conocer títulos editados por ella de distintas temáticas.
Las obras, agrupadas por colecciones, versan sobre distintos aspectos de la vida espiritual: formación cristiana, oración personal, teología, narrativa, semblanzas de personas.
Se han publicado libros en torno a grandes autores como san Agustín, san John Henry Newman, Henri de Lubac y George MacDonald (maestro de escritores como C. S. Lewis y Tolkien).
La última publicación es Evangelizar de la mano de Ignacio de Loyola. Con citas y textos del propio santo, el autor, P. Antonio Navas S.J., ofrece un espejo en el que mirarse a quienes deseen dedicar su vida a transmitir el Evangelio.
P. Navas, ¿cómo escribió el libro? ¿Cuál ha sido su origen?
Este libro no es fruto de una iniciativa mía personal. Nace de la idea de un superior Provincial que me pidió que escribiera algo sobre san Ignacio para una de las efemérides del santo que se conmemoran en la Compañía. La idea era componer un libro sin demasiada densidad de contenido, apto para la conmemoración de aquel momento pero sin meterse demasiado a fondo en el tema.
El cambio se produjo en mí cuando se me pidió inesperadamente que me hiciera cargo de alguna institución. Este encargo me limitó el tiempo disponible para escribir hasta el punto de que en seguida me di cuenta de que no lo finalizaría para la fecha prevista.
Eso mismo pensó mi Provincial, que ya no me insistió en el libro inicial que él me había propuesto. En mi caso, ya sin la presión de las fechas, fui aprovechando el tiempo de que disponía para entrar a fondo en los escritos de Ignacio de Loyola. Fue el contacto con esos escritos el que cambió el enfoque de la obra, ya que fue apareciendo ante mis ojos la originalidad y la calidad que tuvo a la hora de evangelizar.
Una de las cosas que me llamaron la atención es que él no ponía el acento para evangelizar preferentemente en la predicación, sino en conversaciones con los prójimos y acompañamiento espiritual. Para ese tiempo yo estaba convencido de que el Evangelio no puede transmitirse adecuadamente sin integrarlo en un acompañamiento espiritual ya que la evangelización debe buscar que la persona evangelizada conozca a Jesús, se sienta atraída por él y acabe entregándosele de corazón y sin reservas.
Aunque la amplitud de la correspondencia de Ignacio pueda indicar otra cosa, el santo es una persona que prefiere la concisión a la verborrea y eso hace que sus ideas básicas aparezcan una y otra vez cuando se leen sus escritos. De manera que, si en este libro se hubiera logrado esa síntesis de su modo de pensar respecto a la evangelización, es más mérito suyo que mío. San Ignacio hace asequible la espiritualidad, entre otras razones, porque lo que se puede explicar de una forma sencilla evita hacerlo de una manera complicada o con divagaciones que oscurecen el tema en lugar de iluminarlo.
Una recomendación principal del santo para la tarea de evangelizar.
Una de sus recomendaciones más importantes a la hora de evangelizar va referida tanto al evangelizador como al evangelizado. Muchos católicos en su época pensaban que la comunicación con Dios del fiel cristiano debía realizarse exclusivamente a través de las autoridades legítimas de la Iglesia. Algo así como si estuviera reservada a esas autoridades la capacidad de descubrir a los fieles la voluntad de Dios sobre sus vidas.
Para quien acompaña en los Ejercicios Espirituales San Ignacio recuerda como algo fundamental a tener en cuenta que, buscando la divina voluntad, es el mismo Criador y Señor quien se comunica a su criatura sin intermediarios. Quien se pone a la escucha de Dios siguiendo sus consejos, acaba recibiendo de él lo que necesita para su vida espiritual mientras que quien se apoya en su propio esfuerzo acaba fracasando en el intento de vivir en intimidad con Dios. Ésta es la razón de que el papa Francisco insista tanto en que hay que enseñar a los fieles cómo funciona el discernimiento espiritual. O sea, cómo distinguir en nuestro interior lo que Dios quiere de nosotros a lo largo de nuestra vida.
¿Por qué ayuda aprender de este maestro de espiritualidad en nuestros días?
Porque siempre, como puede comprobarse en la vida de todos los místicos católicos y no católicos, las personas buscan una religiosidad interior, que es la que satisface los deseos profundos de su corazón.
Las celebraciones religiosas vividas sin esta espiritualidad interior no consiguen su objeto, que es el de acercarnos amorosa y familiarmente al Señor. Sin esa intimidad del corazón no pasan de ser celebraciones rituales que pueden tener mucho de hermoso en su manera de llevarse a cabo pero que no invitan a una unión con el Señor, salvo que se llegue a tales celebraciones con el corazón enamorado de él. Solamente de esa manera los rituales religiosos tienen la posibilidad de caldear el corazón humano, a través de una relación afectiva, muy alejada de celebraciones pomposas o impecables en su realización.
Quien siga los consejos de san Ignacio podrá vivir esa relación íntima amorosa con Dios, que dará sentido a su vida, proporcionándole una vida entrañable con él, en paz y armonía interiores.