Tarek y Luna esperando el comienzo de la celebración.

 

Salimos de la boca del metro con paso ligero. No queríamos llegar tarde. Faltan 20 minutos y la Catedral de la Almudena está repleta: es Pascua, se bautizan cuatro universitarios y se confirman más de 50. Es una fiesta.

Dentro, padrinos y familiares se preparan para la celebración. Los confirmandos están animados. No es el primer sacramento que reciben. No. Ellos ya eran cristianos. No así los cuatro catecúmenos sentados en primera fila. No así Tarek José y Luna María Cecilia Li. Ellos recibirán el Bautismo, la Confirmación y, además, comulgarán por primera vez.

 

Encontrar a Dios en la Universidad

Tarek José y Luna María Cecilia Li son dos jóvenes que conocieron a los Siervos de Jesús en una capilla que estos atienden en la Universidad Complutense de Madrid.

¿Quién iba a decir que de las conversaciones con amigos, las peregrinaciones, los viajes juntos y unas cuantas Coca Colas, descubrirían una riqueza que querían a pesar del origen de cada uno?

Él es de familia marroquí y estudia Derecho. Escogió llamarse José al bautizarse porque ve en San José un modelo de hombre. Ella es china. Sólo había oído hablar de Jesús como el personaje histórico. Estudió Finanzas y, porque le apasiona la música – toca el violín – quiso llamarse Cecilia. María es el nombre de su Madre y Luna es como le llaman en la universidad.

 

«Siempre quiero estar para adorar»

Cuando comienza el canto de entrada, pasan por delante, en dos blancas columnas, sacerdotes y capellanes que han acompañado a los universitarios. José y María Cecilia observan con cierta curiosidad y mezcla de nerviosismo. Rodeados de sus amigos y de los que Dios ha dispuesto en su camino hacia Él, están convencidos de estar allí.

Primero la bienvenida y monición del secretario de Pastoral Universitaria. En seguida las miradas se centran en la primera fila de la catedral donde están los que piden ser admitidos a la Iglesia. Resuena en la mente lo que acabamos de cantar: “Siempre quiero estar para adorar”. Siempre, que comience, que no termine; quiero, deseo, pido; estar, permanecer; para adorar…

Nos sentamos para escuchar la Palabra de Dios. José y María Cecilia saben lo que hay que hacer. No es su primera Misa. Todavía tienen esa saludable tensión de no equivocarse, como los niños cuando van aprendiendo por imitación. A Dios le debe causar infinita ternura ver cómo miran de reojo, se cercioran de hacerlo bien.

La primera lectura es la caída de Saulo (Hch 9,1-20). «¿Quién eres, Señor?». María Cecilia sigue la narración en el cuadernillo que tiene. José mira silencioso el altar. Los otros universitarios que se bautizan también están callados. «Aquí estoy, Señor» (Hch 9,11). «Aquí estoy» será precisamente lo que dirán confirmandos y catecúmenos cuando se presenten ante la comunidad.

 

Ser más auténticamente yo mismo

Termina la homilía y el cardenal arzobispo emérito de Madrid, D. Carlos Osoro, se pone de pie. Le colocan la mitra, el báculo y se encamina delante del altar: es momento de llamar a los que han pedido entrar. Antes se implora al Señor, a María Santísima y a todos los santos que intercedan por los presentes. Allí están San José y Santa Cecilia cuidando que no flaqueen las piernas de sus ahijados.

Tarek una vez dijo: «eso de “ser una criatura nueva” por el Bautismo, no lo entiendo. Me da un poco de miedo “dejar de ser yo”». Por el Bautismo serán más auténticamente ellos mismos.

El cardenal llama uno a uno a los candidatos acompañados de sus padrinos para que se acerquen al altar. Ellos dan el nombre que el bautizado ha elegido. El cardenal coge el agua y repitiendo el nombre del candidato, pronuncia la fórmula: «yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

Tarek José y Luna María Cecilia Li no levantaron su cabeza en ningún momento. Incluso se tuvieron que inclinar más para que el arzobispo alcanzara a verter el agua con facilidad. Habían cruzado por «el pórtico de la vida en el espíritu», habían sido «ungidos» y recibido el Cuerpo de Cristo, todo en un día. Y, no obstante, al salir de la catedral y verlos reír con sus amigos, eran los mismos de siempre, alegres.

Que sean los mismos está bien. El Señor los ha buscado, los ha asociado a Él así como son. Y ellos han querido responder: “Siempre quiero estar para adorar, Señor”.

Los bautizados (centro) con sus padrinos y algunos confirmandos de la Pastoral Universitaria.

Los bautizados (centro) con sus padrinos y algunos confirmandos de la Pastoral Universitaria.

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