Tú solo, Jesús, eres el verdadero amigo.
Cargas con mis males y los cambias en bien.
Te encuentro siempre y en todas partes,
no te alejas nunca de mí,
y me acompañas allá donde voy.
No te cansas de atenderme y ayudarme.
No me necesitas ni te empobreces dándote a mí.
La muerte que nos arranca de los amigos, me reunirá contigo.
Aunque todo me sea contrario,
gozaré de ti y nunca me serás más cercano.
Si mi infidelidad me aparta de ti,
estás siempre presto a acercarte a mí.
Haz, Jesús, que sea todo para ti en el tiempo y la eternidad.