María Jesús Velasco es terapeuta ocupacional y logopeda. Actualmente trabaja en un colegio de educación especial en Madrid y es catequista en una parroquia de San Blas.
¿Cómo definiría el sentido de su labor como educadora?
Cuando me encuentro frente al alumno trato de verlo como un gran misterio que alberga en su interior los dones más bellos que Dios ha querido conceder al ser humano. El sentido de mi labor es una respuesta de amor que trata de ser verdaderaz, concreta y respetuosa. En la medida en que el alumno con discapacidad se sienta acogido y amado, incluido en la comunidad y acompañado para mirar hacia el futuro en confianza, alcanzará su verdadero fin: conocer, amar y dar gracias; hasta donde cada uno sea capaz de llegar.
¿Qué aporta la educación especial al mundo?
En primer lugar, la educación especial no permite la homogeneización. El educador tiene que, como sobreexigencia impuesta por el alumno, observar y conocer a cada persona con la mayor delicadeza y minuciosidad, para ser consciente tanto de sus fortalezas y dones, como de sus dificultades y sufrimientos. Así podrá darle todos los recursos y apoyos que necesite para su desarrollo personal. Nos aporta, por tanto, una mirada personal que se puede extender a todos los ámbitos de la vida.
Además las personas con discapacidad interpelan a la sociedad y a los educadores, obligándonos a dar una respuesta creativa, más allá de las cuestiones metodológicas y fruto de una seria reflexión sobre el sentido de educar. Eso, a veces, nos hace sentir inseguridad y nos lleva a preguntarnos ¿lo estaré haciendo bien?, ¿estoy dándote lo que necesitas? Pero no es del todo malo, sino una nueva oportunidad para confiar y dar gracias a Dios por la riqueza y la bondad de su Creación, que nos impulsa a buscar nuevos caminos en la enseñanza.
¿Cuáles son los límites que encuentra en su labor?
Los maestros que nos dedicamos a la educación de personas con algún tipo de discapacidad, nos encontramos a diario con una dura realidad; a veces, los resultados pedagógicos que nos planteamos no se cumplen y el acceso a algunos de los alumnos es todo un reto, debido a dificultades en el lenguaje, percepción de la realidad, limitación en la interacción con su entorno, etc. El maestro debe aprender a descifrar todos estos códigos que a nosotros nos son extraños. Los procesos de aprendizaje son muy lentos y conllevan mucha inversión de tiempo y esfuerzo, y aun así en ocasiones, los frutos no son los esperados.
Cuando no consigue resultados visibles ¿qué sostiene su esperanza?
Toda labor cristiana implica cargar con el peso de la propia misión, mirando hacia delante, a veces sin comprender, incluso en ocasiones sin ver los frutos de la tarea. En la sociedad actual eso sería tachado de ineficaz, inútil, una verdadera pérdida de tiempo… Pero el cristiano tiene como modelo de entrega en la misión a Cristo en la Cruz, buscando sólo hacer la voluntad del Padre por amor. Para mí, es ésa la más bella imagen de la esperanza.