El P. Jorge Martínez (izq.) con el anterior director del Instituto, el P. Miguel Ortiz.

El P. Jorge Martínez (izq.) con el anterior director del Instituto, el P. Miguel Ortiz.

El P. Jorge Martínez, S. de J. es, desde mayo de 2022, director del colegio de los Siervos en México, el Instituto Miguel de Cervantes (IMC). Nacido en Nuevo Casas Grandes, Chihuahua, el P. Jorge fue ordenado en 2018. Lleva a cabo su misión en el IMC desde el año 2020.

 

¿Cómo se enfrenta la escuela católica a los desafíos de la educación?

El Papa Francisco ha subrayado en varias ocasiones que educar es fundamentalmente un ejercicio de esperanza. Esto resume de un modo profundo la actitud fundamental con la que la escuela católica se enfrenta a los retos actuales en materia de educación.

Parte de la tarea de la escuela católica es ofrecer una formación integral (es decir, que tenga en cuenta todas las dimensiones de la persona) que capacite a los estudiantes para descubrir su lugar en el mundo (su vocación), involucrarse en la sociedad e influir en ella positivamente, asumir su responsabilidad como miembros de una comunidad y vivir la vocación a la libertad como servicio a los demás.

 

¿Qué rasgos de la espiritualidad ignaciana se aplican en la misión educativa de los Siervos de Jesús?

El autoconocimiento a través de la toma de conciencia, donde descubrimos la propia interioridad y la valoración del modo en que nos afectamos por las cosas que nos suceden.

La capacidad de tomar decisiones libres haciéndose cargo de las consecuencias de las mismas. El descubrir la presencia de Dios en todas las cosas, en las ciencias, en el arte, en el deporte, en el servicio. Pero sobre todo, la conciencia de estar llamados para una misión en la que se nos invita a poner nuestros talentos al servicio de los demás.

Educar es fundamentalmente un ejercicio de esperanza.

Educar es fundamentalmente un ejercicio de esperanza.

 

¿Cómo es el proyecto pedagógico del IMC?

El jesuita francés Pierre Faure es quien desarrolló el proyecto de educación personalizada que implementamos en el Instituto. Tiene como objetivo una formación personalizada y comunitaria.

No se trata principalmente de un “método” sino de un “espíritu”, es decir, una actitud de vida que permite al estudiante hacerse cargo de su propia formación, sintiéndose responsable de ella: “aprender a aprender”.

La jornada escolar se articula en cuatro momentos: en primer lugar, está el momento de la acogida, es decir, que el estudiante se sienta bien recibido y en un ambiente adecuadamente preparado para que pueda comenzar su trabajo; esto da al alumno la confianza para dedicarse al segundo momento que es el tiempo de trabajo personal, donde él mismo, con la guía del maestro y con una planeación previa, va enfrentándose a los temarios correspondientes a cada materia. Después de un tiempo prolongado de estudio personal viene el tercer momento que es la toma de conciencia donde el estudiante reflexiona acerca de lo que acaba de estudiar, cuáles han sido sus dificultades, qué ha aprendido, qué le ha gustado, qué tiene que modificar en su modo de estudiar, qué puede mejorar, etc. Posteriormente se hace una puesta en común de lo aprendido con el objetivo de ir formando la conciencia comunitaria del niño.

También hay clases colectivas en las que el maestro expone para todos algún tema, pero éstas tienen como objetivo enriquecer el trabajo personal del estudiante.

 

¿Cómo se aplica el lema del Instituto, «La sabiduría disponible al servicio por amor», a lo concreto?

Va en la línea de la invitación de Jesús a poner nuestros talentos al servicio de los demás. El amor nos invita y nos llama a estar disponibles para los hermanos.

La sabiduría no solo es saber hacer, sino saber descubrir el sentido de lo que hemos aprendido como una invitación al servicio, a compartir con los demás. Pero todo esto sería vano, como dice San Pablo, si no estuviera motivado por la caridad. Solo el amor es capaz de dar sentido a nuestro servicio.

 

¿Qué supone para el IMC la apertura de la preparatoria (bachillerato)?

Es un gran regalo que Dios nos concede, gracias a la generosidad de nuestros donadores y amigos que han colaborado para que esto pueda ser posible. También supone una gran responsabilidad y la invitación a seguir formando hombres y mujeres que sepan poner al servicio de los demás lo mejor de sí mismos.

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