«Siempre es mejor tarde que nunca» (Carta 3105).

«Tarde te amé», exclamaba San Agustín confundido por haber hecho esperar tanto tiempo a Dios. En una ocasión en que San Ignacio estuvo muy cerca de la muerte, le llegó el pensamiento de haber malgastado mucho el don del tiempo de su vida. Y entonces se aplicó este «más vale tarde que nunca». Es también el caso de los obreros de la viña que llegan a la última hora de la jornada y sin embargo reciben el mismo salario de aquellos que se habían fatigado durante el día entero. Y a pesar de todo, ¡qué dolor no haber podido ayudar al Señor un poco más de lo que hemos ayudado y servido hasta hoy! Recibir el tiempo de nuestra vida con gratitud y llenarlo con una vida plena, que es la vida del amor. Siempre estamos a tiempo de entregarnos a fondo; siempre, de nuevo, hay un más del amor: «Siempre es mejor tarde que nunca».

 

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