¡Oh qué recia cosa os pido, verdadero Dios mío!

Que queráis a quien no os quiere,
que abráis a quien no os llama,
que deis salud a quien gusta de estar enfermo
y anda procurando la enfermedad.

Vos decís, Señor mío, que venís a buscar a los pecadores.
Éstos, Señor, son los verdaderos pecadores.
No miréis nuestra ceguedad, mi Dios,
sino la mucha sangre
que derramó vuestro Hijo por nosotros,
resplandezca vuestra misericordia
en tan crecida maldad.

Mirad, Señor, que somos hechura vuestra.

Santa Teresa de Jesús

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