«No os olvidéis de poner cuidado en conservar y acrecentar el buen espíritu» (Carta 2.926).
San Ignacio enseña que el buen espíritu produce consolación, esperanza, paz y alegría interna. Los pensamientos que provienen de este clima espiritual son buenos, positivos y nos conducen al fin para el que hemos sido creados. Por ello, hay que poner cuidado y atención en conservar y acrecentar el buen espíritu tanto en lo personal como en lo comunitario y familiar. En la vida personal, sobre todo por medio de la oración y del cotidiano examen de conciencia (que es también examen de los movimientos de espíritus). En la vida en común y familiar, a través de la oración de unos por otros y de la verdadera fraternidad y comprensión que produce paz y alegría de convivir unidos. Otros medios pueden ser: una buena recreación, lecturas convenientes, ocuparse de los más necesitados, descansos adecuados, evitar ruidos y cuidar un oportuno silencio, etc.